La falta de sueño o la mala calidad del mismo tienen un fuerte impacto negativo en la salud a corto, mediano y largo plazo. Sin embargo, dormir bien está subestimado por mucha gente, cuando es un tema que debería preocuparnos a todos.
Por: Karina Galarza.
En la actualidad, se vuelve cada vez más desafiante encontrar un equilibrio entre los periodos de sueño y vigilia. Lo anterior responde al incremento de las actividades nocturnas, como los empleos de noche, desvelarse por terminar un trabajo o una tarea, por diversión y usar dispositivos electrónicos durante las horas de descanso.
Se considera que los humanos somos la única especie que elige no dormir intencionalmente sin obtener beneficio alguno; caso aparte son quienes por necesidad tienen que cubrir turnos laborales de noche y no tienen opción a otra fuente de ingresos. “De hecho, muchas personas pasan por la vida sin darse cuenta de que sufren falta de sueño”, asegura el neurocientífico Matthew Walker, profesor e investigador de la Universidad de California, en Berkeley, Estados Unidos.
No solo es descansar
Dormir no se trata de un periodo de simple inactividad para mitigar el cansancio del día, es un estado biológico importante. De acuerdo con el experto, quien ha publicado más de 100 estudios de investigación sobre el tema, “las enfermedades que están acabando con la población, como la obesidad, la diabetes mellitus tipo 2, los trastornos cardiovasculares y el cáncer, tienen vínculos causales y/o significativos con la falta de sueño”, asegura en su libro ¿Por qué dormimos? La Nueva Ciencia del Sueño.
Y enfatiza que el sueño perdido no es como una deuda en el banco, por lo que no es posible acumularlo y luego tratar de pagarlo en un momento posterior. La razón es que si te privas de dormir durante una noche entera y al siguiente día permaneces más tiempo en cama nunca lograrás reponerlo, pues con el estado de vigilia intencional se perdió una fase reparadora de ocho horas que no volverá y resulta imposible recuperar.
Cuando no dormimos lo suficiente
Dormir menos de ocho horas diarias durante la etapa adulta genera diferentes problemas a la salud:
- Debilita el sistema inmunológico y eleva el riesgo de padecer infecciones y cáncer.
- Altera los niveles de glucosa en la sangre, como consecuencia puede presentarse prediabetes y diabetes; perder tan solo dos horas de sueño al día puede aumentar la resistencia a la insulina y disminuir la tolerancia a la glucosa.
- Desequilibra las hormonas que regulan el apetito, disminuye el nivel de la hormona leptina (encargada de la saciedad) e incrementa los niveles de hormona grelina (aumenta el apetito), lo que predispone a una mayor ingesta de alimentos, especialmente aquellos ricos en calorías vacías. De ahí el incremento del peso corporal.
- Aumenta la posibilidad de enfermedades cardiovasculares, pues la falta de sueño erosiona la estructura de los vasos sanguíneos, especialmente los que alimentan el corazón: las arterias coronarias. Asimismo, se produce un aumento crónico de la hormona del estrés llamada cortisol, que causa constricción en los vasos sanguíneos y genera un aumento en la presión arterial. Lo anterior se agrava por los excesos en la alimentación, el consumo de bebidas alcohólicas y el tabaquismo.
- Altera el funcionamiento de las hormonas sexuales, con lo que disminuye la calidad de los espermatozoides y los óvulos, además, se desequilibran los ciclos menstruales y en ambos géneros se ve afectada la fertilidad.
- Provoca o agrava trastornos mentales como la ansiedad y la depresión.
- Altera la regulación del cortisol al elevarlo, lo que también incrementa el estrés.
- Afecta el estado de ánimo, la concentración y el rendimiento cognitivo.
- Multiplica el riesgo de sufrir accidentes.
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