Fuerza vital: la energía detrás de nosotros

De acuerdo con la teoría vitalista, esencial para comprender a la Homeopatía, el ser humano está dotado de una energía invisible que rige el funcionamiento de su organismo, y que al desequilibrarse da origen a las enfermedades.

Por: Rafael Mejía.

El concepto de fuerza vital es uno de los más relevantes para la Homeopatía. Samuel Hahnemann, el médico alemán que configuró este modelo médico clínico terapéutico, partió de la idea de que todo ser vivo cuenta con una energía invisible que le anima y que interviene directamente en los procesos de salud y enfermedad.

Dicha fuerza o energía es independiente de las interacciones físico-químicas de la materia y se encarga del funcionamiento del organismo (el movimiento, la sensibilidad, el crecimiento, la autopreservación); de este modo, los desequilibrios que se presentan en ella son la causa de las enfermedades.

Consecuentemente, la Homeopatía sostiene que las afecciones no son entidades externas sino que, básicamente, parten de nosotros mismos y cada uno de nosotros enferma según una predisposición heredada (miasma) que nos hace susceptibles a determinados factores.

Salud es armonía

Por su parte, el proceso de recuperación del equilibrio mental y físico del individuo enfermo es consecuencia de la capacidad de reacción de la fuerza vital, y los síntomas (estornudos, fiebre, dolor, inflamación, somnolencia, tristeza) son las manifestaciones de dicha energía afectada que trata de reordenarse, aunque no siempre lo consigue.

En este sentido, el medicamento homeopático potencia a la fuerza vital, la modula y reorienta en sus intentos por recuperar el equilibrio. Dicho en términos más convencionales, estimula y dirige a las defensas del organismo para que éste recupere el orden, la armonía, la salud.

Sirva una cita de Samuel Hahnemann para redondear esta idea: “El remedio deberá restablecer, y de hecho restablece la salud y la armonía vital solamente por su acción dinámica sobre la fuerza vital, después de que los cambios en la salud del paciente, perceptibles por nuestros sentidos (la totalidad de los síntomas), han revelado la enfermedad al médico cuidadosamente observador e investigador, de manera tan completa como sea necesario, a fin de permitirle curarla”.